El enemigo abrirá portales, o puertas, para traer a alguien de vuelta a su pasado en su mente, antes de ser salvado, especialmente si la persona fue liberada de ciertas fortalezas como la bebida, la drogadicción o la fornicación, por ejemplo.
Él usará esas antiguas fortalezas para tentar a esa persona y llevarla de regreso a ese lugar una y otra vez. De una manera sutil y convincente, el enemigo intentará convencerte de que la gracia de Dios te cubrirá y que está bien ceder ante esas tentaciones de las que te ha liberado. Esto se llama pecado premeditado. La gracia de Dios nunca debe darse por sentado.
De manera similar, si hubo una temporada en nuestro pasado en la que luchamos con cosas como la incredulidad, la autocondena, la vergüenza, el abuso o el rechazo, los demonios encontrarán formas, a través de nuestra iglesia, a través de otros creyentes, o especialmente a través de miembros de la familia, para traernos de vuelta a las cenizas de estas circunstancias que el Señor nos ha librado o sanado.
Otra arma que el enemigo sabe usar son las palabras negativas que salen de la boca de otras personas o, lo que es peor, de la nuestra, para establecer la trampa que nos arrastrará de vuelta al barro. Nuestra caminata cristiana no debería ser así. "La lengua tiene el poder de la vida y la muerte, y los que la aman comerán su fruto" (Prov. 18:21 NVI).
Mi nombre es Cesar y soy una voz en el desierto
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