En el ámbito del crecimiento espiritual y el discipulado, si pudiéramos alcanzar la madurez y la sabiduría sin esfuerzo, como adquirir comida rápida en un ventanilla de autoservicio, habría una interminable fila de cristianos ansiosos por participar. Tal vez, con el tiempo, incluso esa conveniencia no sería lo suficientemente rápida para nuestros deseos, y exigiríamos una aplicación para obtener crecimiento espiritual instantáneo. Es una realidad que muchos de nosotros luchamos con el compromiso de recorrer las largas distancias requeridas en nuestro viaje de fe. A menudo, encontramos contentamiento en la ilusión de poseer conocimiento espiritual, madurez y fortaleza, buscando todos los beneficios sin soportar las luchas. Anhelamos las recompensas sin abrazar el dolor, el progreso sin la exigencia de perseverancia y el éxito sin la carga del sufrimiento. Esencialmente, anhelamos la apariencia de excelencia espiritual sin estar dispuestos a esforzarnos, al igual que querer un majestuoso barco sin poner el trabajo duro, solo para atribuir su adquisición a una "obra de Dios".
Esta pereza espiritual y falta de disciplina nos han dejado débiles y fuera de forma en nuestro camino de fe. En consecuencia, no se necesita mucho sufrimiento o dificultad para abrumar al cristiano promedio, llevándolo a un estado de derrota y depresión. La evasión de los desafíos espirituales y la resistencia a soportar las dificultades son evidentes en la renuencia de la mayoría de los creyentes a compartir su fe durante años, e incluso décadas. Surge la pregunta: ¿cuánta persecución genuina se necesitaría para aplastar a la iglesia occidental? ¿Qué nivel de presión nos haría ceder bajo el peso de nuestra fe?
La Biblia nos brinda profundos conocimientos y escrituras que nos exhortan a abrazar el camino del discipulado y la madurez, comprendiendo que viene acompañado de pruebas y tribulaciones. En el libro de Santiago, capítulo 1, versículos 2 al 4, dice: "Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentar diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada". Este pasaje enfatiza que el camino hacia la madurez espiritual implica abrazar las pruebas con alegría, ya que nos purifican y fortalecen, llevándonos finalmente a la plenitud de nuestra fe.
Además, el apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, habla del papel del sufrimiento en la formación de nuestro carácter y esperanza. En Romanos 5:3-5, afirma: "Más aún, nos alegramos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien mediante la fe nos ha concedido el acceso a esta gracia en la cual estamos firmes. Así que nos gloriamos de tener esperanza, porque sabemos que los sufrimientos producen perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado". Las palabras de Pablo nos recuerdan que el sufrimiento no es simplemente un obstáculo que debemos evitar, sino un catalizador para el crecimiento, que profundiza nuestro carácter y esperanza mientras confiamos en el amor y la fortaleza de Dios en tiempos difíciles.
Como cristianos, estamos llamados a seguir el ejemplo de Cristo, quien soportó un inmenso sufrimiento por nuestra salvación. En Filipenses 2:5-8, el apóstol Pablo nos anima a tener la misma actitud que Cristo: "Tengan en ustedes esta actitud que tuvo también Cristo Jesús. Él, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!" La disposición de Cristo para soportar el sufrimiento, incluso hasta la muerte, ejemplifica la naturaleza sacrificial del discipulado y el llamado a ser obedientes incluso frente a grandes adversidades.
En conclusión, la búsqueda de la madurez espiritual y el discipulado no es un camino de comodidad y facilidad, sino de resistencia y perseverancia. Como cristianos, estamos llamados a abrazar las pruebas que se nos presenten, sabiendo que nos purifican y fortalecen, llevándonos finalmente a la plenitud de nuestra fe. Las Escrituras nos exhortan a tener la actitud de Cristo, quien soportó el sufrimiento por nuestro bien, y a considerar el sufrimiento como un medio para producir esperanza y carácter en nosotros. Por lo tanto, rechacemos la pereza espiritual y comprometámonos a recorrer el desafiante pero gratificante camino del discipulado, encontrando nuestra fuerza y esperanza en el amor y la guía de Dios a lo largo del camino.
Mi nombre es César y soy Una Voz en el Desierto
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