**Dios no llama a los cualificados, Él cualifica a los llamados.**

Amados en Cristo,

Me presento ante ustedes hoy con un mensaje de esperanza y afirmación, uno que destaca la belleza de los misteriosos caminos de Dios. Está basado en una verdad simple pero profunda: Dios no llama a los cualificados; Él cualifica a los llamados.

A lo largo de la Biblia, vemos numerosos ejemplos de individuos a quienes Dios eligió no porque fueran los más fuertes, inteligentes o justos, sino porque tenían un corazón que lo buscaba. Sus cualificaciones no se basaban en estándares mundanos, sino en un propósito divino conocido solo por Dios.

Consideren a Moisés, un hombre con tartamudez, elegido para liderar a los israelitas fuera de Egipto y hablar con el Faraón, el gobernante más poderoso de su tiempo. Moisés se sintió inadecuado e incluso preguntó: “¿Quién soy yo para ir a Faraón y sacar a los israelitas de Egipto?” (Éxodo 3:11) Pero Dios respondió: "Yo estaré contigo". (Éxodo 3:12) No fue la elocuencia o las habilidades de liderazgo de Moisés lo que lo cualificó, sino el llamado y la promesa de Dios.

Del mismo modo, piensen en el joven David. Mientras que sus hermanos mayores parecían reyes y tenían la estatura de guerreros, David era solo un pastorcillo. Sin embargo, cuando Samuel fue a ungir al próximo rey de Israel, fue David a quien el Señor eligió. El Señor dijo a Samuel: “No te fijes en su apariencia ni en su gran estatura… El Señor no ve lo que ve el hombre; el hombre mira la apariencia, pero el Señor mira el corazón.” (1 Samuel 16:7)

El Apóstol Pablo es otro testimonio de esta verdad. Una vez un feroz perseguidor de los cristianos, Pablo fue transformado dramáticamente en el camino a Damasco. En sus propias palabras, se describió como "el más pequeño de los apóstoles", pero Dios lo cualificó para ser uno de los misioneros y autores cristianos más influyentes de la historia. “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para mí no fue en vano.” (1 Corintios 15:10)

Entonces, ¿qué significa esto para nosotros hoy?

Primero, nunca debemos medir nuestro valor o nuestro potencial según los estándares del mundo. Nuestro valor no está determinado por nuestros pocisiones, nuestras cuentas bancarias, nuestra apariencia física o nuestro estatus social. En cambio, está determinado por Dios, quien ve el potencial dentro de cada uno de nosotros, un potencial que Él tiene la intención de moldear, refinar y perfeccionar para Su gloria.

En segundo lugar, si alguna vez sientes el llamado a hacer algo para el Reino de Dios y surge la duda, recuerda que la fuerza de Dios se perfecciona en nuestra debilidad. “Y me ha dicho: ‘Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad’. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” (2 Corintios 12:9)

Por último, estén abiertos al poder transformador de Dios. Si Él te llama, confía en que también te equipará. Cuando caminas en la fe, se abrirán puertas que nunca imaginaste, aparecerán recursos y se te concederá sabiduría. Así como Dios dotó a Moisés con señales y maravillas, a David con coraje y habilidad, y a Pablo con discernimiento y determinación, Él también te equipará para la tarea que ha puesto ante ti.

En conclusión, amados, no nos dejemos detener por nuestras percepciones de inadecuación. Dios no busca al más cualificado; busca al dispuesto. Está buscando aquellos cuyos corazones están abiertos a Él, listos para ser moldeados y usados para Su gloria. Recordemos siempre las palabras en Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”

Les insto hoy: atiendan el llamado, avancen con fe y dejen que Dios los cualifique para Su propósito divino. Porque cuando nos sometemos a Su voluntad, lo imposible se vuelve posible, y a través de nosotros, Su gloria se manifiesta en el mundo.

Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes. Amén.

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