CONVERTIRSE EN UN DISCÍPULO DE CRISTO

 CONVERTIRSE EN UN DISCÍPULO DE CRISTO

En los pies de Jesús está mi lugar. Allí, como humilde aprendiz, elijo estar.

- PP Bliss

"Discípulos" es el término utilizado consistentemente en los cuatro evangelios para denotar la relación entre Cristo y Sus seguidores. Jesús mismo lo utilizó al referirse a ellos y entre ellos. Continuó siendo utilizado en los días del nuevo poder pentecostal, que fluye a través de los Hechos de los Apóstoles. También es interesante notar que los ángeles consideraron y llamaron a estos hombres por este nombre; el uso de esta palabra durante la resurrección de Jesús está relacionado con la era apostólica debido al mensaje angelical dado a las mujeres: "Vayan y digan a mis discípulos y a Pedro" (Marcos 16:7).

Es notable que la palabra no se encuentra en las epístolas. Esto se puede explicar por el hecho de que estaban dirigidas a los cristianos en su presentación colectiva, es decir, como la iglesia, y se les refería como miembros de ella, mientras que individualmente se les llamaba "santos" o separados para Dios. El término "discípulo" significa una relación individual, y aunque su uso ha disminuido, aún tiene un gran valor al diferenciar la relación existente entre Cristo y cada persona, abarcando todos los aspectos de la vida diaria. Esta es la perspectiva que deseamos abordar en este documento.

1. La palabra en sí representa a una persona que es enseñada o entrenada, y revela un modelo de relación. Jesús es el maestro. Él posee todo el conocimiento de los propósitos últimos de Dios para la humanidad, Su voluntad para ellos y las leyes de Dios que guían su camino hacia la perfección final.

Los discípulos son aquellos que se reúnen alrededor del Maestro y son entrenados por Él. Los buscadores de la verdad, no solo en sentido abstracto, sino como fuerza impulsora de su vida, acuden a Él y se unen a aquellos a quienes se les revelan todos los grandes secretos de la verdadera vida. Sentados a Sus pies, aprenden a través de la profundidad de Sus enseñanzas, la voluntad y los caminos de Dios para ellos, y a medida que obedecen cada palabra, se dan cuenta de la renovadora fortaleza y el poder edificante de esas palabras. La condición perpetua y verdadera del discipulado, y su objetivo final, fueron claramente establecidos por el propio Señor a "los judíos que creían en Él": "Si permanecéis en mi palabra, verdaderamente sois mis discípulos" (Juan 8:31).

Antes de considerar la gloriosa dotación que el Maestro confiere a cada discípulo y los altos requisitos que guardan la entrada al discipulado, es crucial tener una comprensión clara del verdadero significado de esta etapa de la relación que Jesús presenta a Su pueblo.

No surge del mensaje de un maestro del cual los hombres pueden deducir el aprendizaje por sí mismos. No proviene simplemente de un profeta que pronuncia una divina declaración y deja sus preguntas sin respuesta. Ciertamente, no se deriva de un experto en un campo particular, declarando su conocimiento por el interés de unos pocos, la admiración de muchos y la admiración de todos. No es nada de esto.

Proviene del Maestro, quien posee pleno conocimiento, quien se acerca al estudiante con un propósito específico en mente, impartiendo conocimiento poco a poco, punto por punto, siempre trabajando hacia un objetivo establecido. Esta concepción también alude al verdadero ideal de nuestra posición. No somos simples oyentes ocasionales o espectadores interesados que buscan más información; somos discípulos, buscando y deseando el mismo fin que el Maestro, y por lo tanto, escuchamos cada palabra, prestamos atención a cada detalle y ejercemos nuestra voluntad para cumplir el propósito que el Maestro tiene para nosotros. Este es el ideal.

2. Ahora consideremos los privilegios que el Maestro otorga a aquellos que se convierten en Sus discípulos.

I. El establecimiento de relaciones que hacen posible que Él enseñe y que nosotros seamos enseñados. Se debe considerar que el pecado y sus acciones resultantes afectan nuestra capacidad para comprender las enseñanzas. Cristo nunca se convierte en el maestro de aquellos que viven en el pecado. El pecado como una transgresión real en el pasado debe ser perdonado, y el pecado como fuente de rebelión interna debe ser limpiado. Por lo tanto, antes de que explique cualquier porción de la Ley Divina de la vida o la revele y desarrolle, se enfrenta a esta dual peculiaridad del pecado. Para aquellos que reconocen sus pecados pasados, los confiesan y se apartan de ellos, Él extiende Su perdón pronunciando su purificación sacerdotal basada en Su propia expiación en la Cruz. A aquel que se entrega completamente e incondicionalmente a Él, muriendo al yo, le otorga la bendición de ser limpiado del pecado.

Esta explicación de Su trato con nosotros no pretende imponer un procedimiento ordenado desde el perdón hasta la limpieza del pecado. En cambio, es una declaración de la doble función del trabajo primordial de Cristo con Sus discípulos, la concesión de la bendición inicial. En la experiencia práctica, los hombres constantemente, aunque no siempre y necesariamente, consideran principalmente el aspecto anterior. Esto es el resultado del abrumador y en gran medida egoísta deseo de seguridad personal, un deseo que es el resultado lógico e inherente del instinto divinamente impartido de autopreservación. Sin embargo, principalmente para la gloria de Dios, deberían buscar de inmediato comprender el lado más profundo de la bendición de ser limpiados. Pero la paciencia del Maestro es evidente incluso en nuestra necedad. Él perdona y espera con gracia que volvamos a mirarlo y digamos: "Maestro, hay mucho más que solo perdón en Tu cruz", y luego nos permite comprender Su poder para limpiarnos. Verdaderamente, no puede haber discipulado sin comprender esta doble bendición. Además de esto, está la torpeza de nuestra comprensión, nuestra incapacidad para comprender las verdades que Él está declarando. 

My name is Cesar and I’m A Voice In The Desert 

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